La franquicia de James Bond quiere mejorar la calidad de sus entregas y copar esferas de una cinefilia cada vez más exigente. Y la punta de lanza para cumplir tal propósito era reclutar a un director reconocido de Hollywood, si puede ser acreditado con algún Oscar. El elegido para ello fue Sam Mendes, quien andaba algo desprestigiado tras algunos batacazos sufridos tras el éxito de su ópera prima American Beauty y la realización de la interesante obra Revolutionary Road. Si a ello le sumas un casting extraordinario, entre los que repiten Daniel Craig y Judy Dench, y a los que se suman Javier Bardem, Ralph Fiennes, Naomi Harris y Bérénice Marlohe, tenemos el cóctel que estallará próximamente en salas.
Skyfall es la secuela de Quantum of solace y la entrega número 23 de las aventuras de James Bond. En esta ocasión asistimos a la narración de la pérdida de lealtad de Bond hacia M, pues el pasado de ella vuelve por sus fueros y no deja de atormentarla; a su vez, MI6 sufre un ataque y Bond se encarga de destruir la amenaza. El villano en esta ocasión es Javier Bardem, quien cuenta con un bizarro peinado que recuerda a No country for old men. El film ha sido rodado en múltiples localizaciones a lo largo de todo el planeta: Inglaterra, Escocia, Turquía y China. Y es fácil observar en el trailer estampas de Estambul, Shanghai y montañas escocesas.
En el trailer podemos observar la irrupción, en la entrega de James Bond, de ciertos estilemas propios de la filmografía de Sam Mendes, y que seguramente se deban a la colaboración con su director de fotografía habitual, Roger Deakins, que trabajó en Jarhead y Revolutionary Road. Se repite esa simetría levemente descentrada en la composición de sus planos, que permiten generar un retrato sólido e irónico a la vez, confiriendo fuerza al personaje pero a la vez distanciándose de sus actos, como si tuviesen autonomía. Además, el aire alrededor del personaje le otorga siempre una gran libertad. Por otro lado, la cámara se acerca a los personajes a través de travellings breves, con una tensión entre estatismo y dinamismo, generando también un contraste entre monumentalidad e ironía, quizá los dos tonos que suelen combinarse en los films de Sam Mendes. Ahora hay que comprobar si esa mezcolanza encuentra su sitio en Skyfall.
James Bond quiere convertirse en una franquicia de reconocida calidad como Batman tras el paso de Christopher Nolan, como también parece pretenderlo Superman con la nueva entrega Man of Steel, de Zack Snyder. Esta reconversión se basa en un mayor realismo y una mayor complejidad psicológica de los personajes, algo en lo que Sam Mendes destaca, pues logra plasmar perfectamente la evolución psicológica de los personajes en la composición el plano, tal y como observamos en Revolutionary Road.
En definitiva, lo que está en juego es lograr el resurgimiento de una figura que ha quedado ahogada tras tras algunas adaptaciones rutinarias y poco satisfactorias. Y este intento de renacer queda demostrado por la publicidad que se le dio en la fastuosa ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres dirigda por Danny Boyle. En un video proyectado, James Bond llegaba al palacio de Buckingham y tomaba a la reina en helicóptero para asistir al estadio. Y el humor británico llegó a tiempo: para llegar puntuales, ambos debían saltar desde el helicóptero, incluso la reina a pesar de su avanzada edad.
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